jueves, 3 de diciembre de 2009

Echaos p'alante

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Te comiste los pimientos
y ahora te pican los labios
cómo quieres que te quiera
si no te llamas Rosario

Si algún día se quema la biblioteca de tu pueblo, ayuda a salvar a los bibliotecarios. Después, saca los libros de Enric González. Y luego déjalo ya, criatura, que te vas a quemar. Hace años, Enric decidió que se largaba a Londres, "a vivir del aire". Una llamada de la dirección, la del periódico, no la de este blog, le dijo que sí, que bueno, pero que mejor se iba de corresponsal. De allí fue saltando a otros lugares. En "Historias de Nueva York" cuenta la de Antonio Palmo.
Palmo fue un inmigrante italiano que llegó a Estados Unidos como hay que llegar, en barco y con una mano detrás y otra delante. Montó un restaurante y alguna cosilla más y se hizo rico. Ya os lo imaginábais, ¿verdad?. Lo que le gustaba era la ópera y, como no había ningún teatro para la cosa, montó él uno. El primero de Nueva York. Se arruinó, claro, vaya cuento si no, y terminó sus días como cocinero. Después le hicieron una estatua o algo.
Casanova se ganó fama de tratar bien a sus amantes. Lo cuenta él en sus memorias, que algún sesgo ya tendrán, pero va a servir. Aunque sea un poco como pedirle a Polansky un informe sobre consentimiento de menores. Hazte el cuadro, en el bar, con los amigotes:
- "Chacho, ayer, tres. Sin periodo refractario".
- "Y luego otros tres, ¿no?".
- "No quería decirlo yo, pero ya que sacas el tema...".
La cuestión es que, siempre según las mismas fuentes, las pretendía, las seducía y luego las arrejuntaba con algún señor de posibles. Y añaden los estudiosos que, a diferencia de Don Juan, las quería. Pos vale. Escribió "Historia de mi vida" porque estaba viejo y aburrido. Tres mil páginas tiene, que ya cabe amor ahí.
El tipo gasta menos vergüenza que una perra en el jigo, con perdón. La expresión es del Chaves, así que hablad con él. El domingo, a las cinco de la tarde, no se te ocurra pedirle una cerveza. Es el camarero, sí, pero porque de algo hay que vivir. Como ser, ser, es más artista. A las cinco, digo, agarra el micrófono Fisher Price, pincha el CD de Abba y, sobre la música, se pone a cantar. No una canción o dos, no, que eso sería casi una broma. Una hora se pasa. Y monta un espectáculo con diálogos, gritos, reproches y demás perejiles. Imagínate que Pimpinela se meten juntos en la máquina de "La Mosca" y lo irás pillando. Cuando termina el show, sale del bar y aquí paz y después gloria. Si queréis ir al tugurio, está en Madrid, en la calle Santa Ana, donde antes estaba el "Zé". Ahora se llama "Pasión".





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

Actualización: María, ahora que ya te he puesto la coplilla del Iggy Pop, ¿puedes tararear otra cosa? Siempre desde el cariño, el respeto y la profunda admiración.

1 comentario:

María dijo...

No sé si podré cambiar de tarareo así como así, pero I'll do my best (por si hay alguien de Burgos).
Besote!

 
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