viernes, 24 de junio de 2011

¡Al fuego, al fuego!

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Esta noche no alumbra
la farola del mar,
esta noche no alumbra
porque no tiene gas.

Torquemada no necesita presentación. Veía un chisquero y le hacían los ojos chiribitas. Donde los demás veían un útil para darle yesca a un cigarro el apreciaba todo un mundo de posibilidades. Eran aquellos tiempos muy locos donde, por un quítame allá esas pajas, te convertían en tea ardiente. Le decías un requiebro a la señora del alcalde o le echabas un ojo a un libro de Paulo Coelho e ibas derechito a la pira. El fuego purificador y esas cosas, tú sabes.
El mecanismo de la noche de San Juan es parecido. Apuntas lo que quieres que desaparezca de tu vida, lo echas a la hoguera, la saltas y pelillos a la mar. La efectividad es similar a la que consiguió la Inquisición para eliminar los requiebros y los libros de Paulo Coelho, pero eso es otro cantar.
Desde hace años, en Madrid se montan unas fogatas la mar de entretenidas en el Parque de la Cornisa. Ayer pintaba mal la historia. La celebración se había prohibido y un grupo de policías se dedicaba a informar de la situación. Entonces un grupo se iluminó: "si no hay candela, que haya ritual maya".
Los mozos y mozas trazaron en el suelo, con unos hierbajos, una cruz de unos diez metros de longitud con un círculo en su centro y la adornaron con velas. Entonces salió un paisano talludito, que sus buenos 30 o 40 años ya tendría, con un penacho de plumas en la cabeza, una camiseta amarilla y un micrófono con un ampli. ¡Cuánto daño no habrá hecho la fusión cultural!
Total, que Manu Chao comienza a contar una serie de historias sobre el cosmos que ni Carl Sagan. Os las repetiría, pero no me enteré de la misa la media. La María, que estaba a mi lado, andaba también algo desorientada, la pobre. En la misma frase escuché las palabras sol, plasma, corazón, comunicación y energía libre. Era un señor de esos que habla sin puntos. Para no haber hogueras, nos estaban dando bien la brasa, pero allí seguimos, impertérritos como un Don Tancredo. Pues agárrate que vienen curvas.
Unas rapazas vestidas con túnicas blancas se ponen a dar vueltas alrededor de la cruz con unas antorchas y, de no sé muy bien dónde, sale una con una espada de un metro. Palabrita del niño Jesús que, en ese preciso instante, el del penacho en la testuz agarra el micrófono y se pone a preguntar por una zagala de nueve años. Los mayas ahora tienen muy buena fama, pero en sus celebraciones no te creas que cuando pedían criaturas jóvenes era para que comulgaran. "Leñe, no serán capaces", me decía.
En esto, un grupete aprovechó el momento para arrimarle un mechero a unos maderos y papeles que se habían juntado por arte de birlibirloque a unos cuantos metros. De a poquitos, fueron surgiendo más y más por todo el parque. Chacho, no sé tú, pero yo veo un fuego y me olvido del mundo. ¡Qué noche! De la niña no volvimos a tener noticia, ¿tú has oído algo?



Lo pasemos genial en nuestra boda. Estamos más que agradecidos a todos, los que vinisteis y los que no pudisteis acercaros. Nos encantaron los regalos pero, por encima de cualquier cosa, disfrutamos como gorrinos teniéndoos por ahí y viéndoos reír, beber y bailar. No me alcanza para contaros lo feliz que fui ni lo agradecidos que estamos, así que he encontrado un vídeo por el youtube donde una pareja de jóvenes lo cuenta por nosotros. Mil gracias y montones de besos.



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

viernes, 3 de junio de 2011

Ordalías

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

El día que atronó tanto
iba en busca de mi novia,
por si se acaba el mundo
irme arrimando a la gloria

La Justicia ha avanzado una barbaridad. Quizá ahora no te lo parezca, pero deja un momento el periódico y léete un libro de Historia y verás. Cuando era algo más joven, estaban muy en boga las ordalías. Esto calculo que sería, sobre poco más o menos, allá por la Edad Media. Hoy tenéis el Internet y, en el momento en el que dudáis de algo, lo buscáis en el Google y lo que dice la primera búsqueda va a misa. Antes eran los que decían las misas los que hacían la primera búsqueda y no te imaginas cómo se las gastaban.
La ordalía, como bien sabéis, era también conocida como juicio de Dios. No sé si has tenido tiempo de echarle un ojo al Antiguo Testamento, pero aquellos fallos eran como si pones a George Bush de Ministro de Justicia en Islamabad. La versión larga es que tenías dos posibilidades: salvarte o palmar. La versión corta es que la fregabas seguro.
Con estos antecedentes se llegó a un momento en el Medievo en que por cualquier fruslería alguien te señalaba con el dedo y decía, qué se yo: "¡hereje!". El señalado se ponía blanco y empezaba a balbucear: "pero si yo, si yo". "Ni yo, ni gaitas: ordalía". A todo esto, siempre había uno que había puesto a calentar una barra de hierro en la hoguera. Cuando estaba incandescente, la depositaban sobre la mano del sospechoso. Si se quemaba, iba al hoyo y, si no, pues se salvaba, le invitaban a una ronda y no te lo tomes así que era todo una guasa. Estos últimos casos no están muy documentados, la verdad.
Una noche de esas tontas, allá por el siglo XV, se encontraba un servidor por una taberna, trasegando vino y charlando con desconocidos. La posadera, con un busto muy del gusto de la época, andaba despachando por las mesas con el desparpajo que siempre correspondió a las casas licenciosas. Esto era mucho antes de que fueran los hijos los que prohibieran fumar a los padres, sí. Como corresponde a semejante estampa, habló uno, con un vocabulario propio de los tiempos que vivíamos que, por entonces, no era tenido por ofensivo.
"A fe mía que esas tetas elevan el espíritu y tiran de mi alma con fuerza incomparable". Sensible a su modo. Hombre de razón como soy, espoleado por el vino y ya que se habían puesto sobre el tapete cuestiones de fe, quise entrar al trapo: "Leñe, más tirarán dos carretas". ¡En qué hora!
El otro, que estaba pendenciero, me miró y me dijo sotto voce: "Acaso contrapones fe y razón o ¿no te entendido bien?". Como en cuestiones de salvar el pellejo siempre he sido muy de Galileo, le dije: "¿yo? ¡ni mijita!". Era hora de irse del bar también como Galilei, susurrando: "pero tiran más dos carretas".
El devenir de los años, de muchos, muchísimos años, trajo el siglo XXI y a La María. La María no lo confesará jamás, pero a mí no me la da con queso. Yo sé que está pagada por aquel hombre que me retó en la tasca. La María me dijo, hace largo tiempo, que ella era de las de casarse. No le dí mucha importancia, la verdad.
Te contaría que me deslumbró su inteligencia, su carácter y sus chisposas ocurrencias. Todo eso lo tiene, es cierto, pero mentiría como un bellaco. Mientras ella hacía estás declaraciones de principios yo babeaba por su tipín y sólo decía "sí, sí, ajá, ajá, claro, claro".
Casarme no entraba en mis planes. Jamás de los jamases. Nunca. En la vida. Ni de broma. Ja, ja y ja. Tururú pajarito. Mañana me caso con La María.
Quería hacer un post bonito, contar una historia pequeña, un destello, un instante. Esa anécdota, hermosa y divertida, que resumiera en una frase brillante lo que somos y dónde estamos. No había manera y, como Serrat, he buscado inspiración por la casa.
En el bolsillo de mi pantalón, ese que dices que me queda tan bien, he encontrado el ticket de último regalo que te hice. Lo he guardado, que es la garantía, y he seguido con mi tarea. La camiseta que me compraste tiene dibujada una niña que sueña la luna, pero no tiene bolsillos que rastrear, así que tampoco me ha valido.
"¡Mi mesita!", me he sugerido. Allí tengo guardados varios dibujos tuyos: me he reído un buen rato, como siempre que los veo, pero seguía sin funcionar. No he querido rebuscar en tus cosas, claro, y me he ido quedando sin material.
Me he sentado otra vez en el sofá planteándome cómo decirte que no sabía cómo decirte. Entonces he visto que teníamos la casa echa una pena después de estas últimas semanas de ajetreo. Las pelusas se retaban con los platos sucios y el duelo prometía ser encarnizado. Los papeles atacaban un tercer flanco, mientras que en el baño se hacía fuerte una artillería de bacterias.
He pensado que no me queda poesía, pero sí un buen par de brazos enclenques, y me he puesto a la tarea. No le van a dar el premio a la casa más lustrosa de Madrid, pero cumple los estándares de salud. Garantizado. No se me ha ocurrido otra manera de decirte lo que no sabía cómo decirte. Hoy hay una sola canción y es solo para ti. Muaka.



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!

P.P.D. ¡La canción del viernes! se va de vacaciones dos semanas, leñe, que ya está bien. Trasnochad mucho, hacedme el favor.

P.P.P.D.: ¡Más besos, leñe!
 
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