viernes, 31 de mayo de 2013

Indignado

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Y a la jota, jota,
que bailan los perros,
levantan la pata
y enseñan los piripiripi (*)

Una ardilla borracha podría recorrer Madrid de punta a punta dando tumbos entre pizzerías 24 horas. A ti, así por lo general, cuando vuelves a casa a las tantas de la mañana lo que te apetece es meterte en la cama o que te den un buen repasito, así que sueles dormir bastante. En la capital, nanay. Aquí, el planazo es llevarte a tu ligue a comer una cuatro quesos. He visto besos en la puerta de esos locales que harían palidecer a los guionistas de un culebrón venezolano.

El caso es que hace cinco años (vamos a por ellos, abuelete) no había ni uno. Tampoco había cubos de botellines a tres euros ni zagalas modernas vistiendo como María Moliner cuando buscaba trabajo en un colegio de monjas, así que tampoco vamos a quejarnos. ¡Ay truhán, lo que te gusta a ti un tobillico mientras te atizas un quinto!

Algo debimos sospechar, de todas maneras, cuando en el bar Sánchez empezaron a llamarle combinado al Larios Cola y te lo sirvió un señor con bigote que no era guardia civil. Se empieza barriendo el suelo y se acaba así.

Por cierto, un aviso a todas las madres de los dueños de las tascas del centro: mientras tú te crees que tu niño está sirviendo lingotazos y limpiándose los mocos en el trapo de secar los vasos, lo mismo él está cogiendo una escoba y probándose una camisa de cuadros chiquiticos. Haz lo que quieras pero eso es catarlo y ¡hala!, modernicto pa to la vida.

Después de este rodeo, te voy a hacer una confesión. A mí, a partir de cierto número de cañas y de vuelta a casa, lo que más me apetece es un donut o una napolitana de chocolate. Es una costumbre que viene de cuando La Dirección y un servidor nos tajábamos semanalmente a base de pisco sour en un bar grimoso de Sevilla y luego necesitábamos azúcar para poder dar un par de pasos con algo de coherencia. Un día te tengo que contar alguna de esas historias.

Pues bien, este post está escrito desde la indignación de no poder comprar ayer un donut de chocolate en un trayecto de media hora andando en el que conté nueve pizzerías abiertas. Nueve. Leñe, que no digo que no haya, pero en algún momento habrá que regular eso, ¿no? Que nos están invadiendo, que no se integran. Ya sabes aquello: primero fueron a por la tortilla de patatas, y yo no dije nada porque no me gustaba la tortilla... Ahí lo dejo. Luego, cuando gana vuestro equipo, bien que os echáis a las calles.





Bonus track: La Dirección se manda un tema de cuando tu abuela era moza casadera que se llama "La vaselina". Muy educativa.



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

5 comentarios:

María dijo...

Qué grandes jitazos ha dejado el disco de Gales... Hit me with your rhythm stick!

LuisJa dijo...

Que razón hijo mío, que razón.
Pero como los gaiteros supusieron el punto de inflexión en la música, que aparecieron cuando creías que no podía ser peor, para los pre-resacosos se nos acabaron los donuts, y lo que es peor, intenta un día (ya viernes o sábado) a una hora más que decente (06:00 ~ 07:00) encontrar un bar de barrio con churros...
Que no, que o el bar está cerrado o que a esas horas si tienes suerte les queda pan duro del día anterior y la cafetera aún no tiene presión...
Dónde vamos a parar...

Er Alberto dijo...

Se podría montar un nuevo Woodstock con ese disco, sí, La María.

Luisja, no se me meta con los gaiteros hombre, que tienen su aquel. Con lo de los desayunos, totalmente de acuerdo. Y eso sin hablar de que en este Madrid les ponen a ustedes los churros fríos por costumbre y se los comen sin decir ni pío. Un día los van a probar recién hechos y van a descubrir el paraíso. Disfruten usted y su familia de un buen fin de semana.

Anónimo dijo...

Hit me, hit me!

Muy grande, sí señor!

Besotes
Endur

Er Alberto dijo...

Te han quedado estupendos esos coros, tita.

Besos

 
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