Si a tu ventana llega
una paloma
trátala con cariño
que es mi persona
Conocer a los diplodocus es quererlos. Al igual que el café en la despensa y la cerveza en el frigorífico, hay animales que no deberían acabarse nunca. Ahora ni te imaginas su existencia, porque la patina del tiempo arroja sobre su ancestral recuerdo una sombra de incertidumbre (va por ti, Paulo Coelho), pero eran lo más. Por eso quiero compartir contigo mi amor por este saurópodo. Si aún no tienes una razón, seguro que aquí la encuentras:
1.- Nunca pasa de moda. El diplodocus es atemporal, como las camisetas negras o los discos de José Luis Perales. Si te gusta, te gustará siempre.
2.- Es alternativo, pero con solera. Su vegetarianismo hace que si lo llevas a una cena con tus amigos jipis quede como muy comprometido y su vetustez te dará el toque de clase que siempre te faltó en los banquetes de alta alcurnia. Es un juego de gana-gana.
3.- Se le ve venir de lejos. El diplodocus es un animal noble y no se te va a acercar sigilosamente por tu espalda. Si va a por ti, no va a esperarte escondido detrás de un naranjo. No es su estilo.
4.- Es exótico y cercano a la vez. Como Chu Lin, pero antes de que se inventaran los monitores en blanco y negro. Tu diplodocus es la versión monocromo de una animal para toda la familia.
5.- Es independiente. No tienes que preocuparte de sacarlo ni de recogerlo. Tan solo búscale un buen espacio abierto para que se esparza y juguetee. Entre Balsicas y San Javier, en ese litoral murciano que hay a 20 kilómetros de la playa, creo que queda un solar libre.
6.- Es protector. Por fin vas a poder salir a pasear a la plaza y decirle a los zagales del pitbull lo que piensas de ellos. Ándate con ojo de todas maneras, no vaya a ser que se hayan comprado el tigre dientes de sable, que esos se las saben todas.
7.- Es ovíparo. Las tortillas de patatus ahogadizas han pasado a la historia. A partir de ahora, jugosotas, como a ti te gustan.
8.- Su aportación decisiva a la lírica popular. El diplodocus ha inspirado una de las más bellas canciones que se hayan compuesto jamás. Nos la enseñó el otro día el Miguel, que dice que la cantan en su casa. Estábamos, además de él, el tito Andrés, el Luiset, el Fidel, La Dirección y un servidor. Oye, fue oírla y ponernos todos en modo copyleft. Eso había que compartirlo. ¿Y qué mejor sitio que la Plaza Mayor de Madrid para acercar la cultura al pueblo?
Este post es para vosotros, por montarme una de las mejores fiestas que recuerda el occidente civilizado:
Si a tu ventana llega
un diplodocus
trátalo con cariño
que quedan pocus
Besos a tutiplén.
P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!
3 comentarios:
Lo mejor fue cuando el colega que estaba haciendo el espectáculo en la Plaza Mayor vino a decirnos que le estábamos robando la clientela. Típico historia: royalties vs copyleft. Compartir es amar, aunque sea con un diplodocus!!!!
Andrés
Todus somus diplodocus!!!!
Sí, tito, hay gente que no sabe adaptarse al correr de los tiempos. La Dirección, Sin dudus!!!
Besos, mozos.
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