viernes, 21 de mayo de 2010

Canta, garganta, canta

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

A cantar me ganarás
pero no a saber cantares
que tengo una arca llena
y encima siete costales

Sevilla está llena de bares donde se prohibe dar el cante. Literal. Ponen carteles para que la gente no haga gorgoritos. Te hace pensar que allí los borrachos son más borrachos pero, la verdad, como en todas partes. Lo que no sé muy bien es si servirán. Los carteles, no los beodos. ¿Acaso tú no tienes una jota agarrá en el pecho?
Estás tú allí estupendo en la barra con los amigotes y quieres compartir. ¿Tan difícil es de entender? Joé, lo que tú sientes es amor. Hasta que llega el señor camarero. ¿Y qué hace? Te señala el azulejo como si lo hubiera firmado Moisés. Leñe, se te queda el "Calahorra, calahorra, que parece Güasintón" suspendido. Y el resto de parroquianos qué, jefe, ¿se van a quedar sin saber cómo termina?
Me da a mí que pasa como con las advertencias de las Autoridades Sanitarias o los tugurios donde pone "No fuméis porros": ¿Ahora me lo dices, que me lo acabo de encender? Un momento, que esto es importante: Madre, yo no fumo, ¿eh?, pero es que pasa por aquí cada uno.
La cuestión es ¿qué entontas tú cuando se te va la mano con el morapio? ¡Échate un cantecito!





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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