viernes, 30 de septiembre de 2011

Pesos y medidas

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Vino que del cielo vino,
vino con tanto primor,
que al hombre, sin saber letras,
lo hizo predicador. (*)

Hay que echarle valor. Te presentas en la Academia Francesa de las Ciencias y sueltas: "Un año llevo currándome esto, lo vais a flipar". Entonces plantas una barra de metal encima de la mesa. Los científicos que te miran ojipláticos y tú: "Va a ser una nueva unidad de medida, que se va a llamar metro, y que va a usar todo el mundo". Y allí la peña con la bata blanca dándose codazos y sacándose cosas de los bolsillos.

"Espera, espera que yo tengo aquí una moneda de un franco, que se va a llamar redondel y que se va a usar para medir todas las circunferencias del mundo". Y otro: "Un momento, un momento, que voy a presentar un pañuelo, que se va a llamar blanco inmaculado y lo vamos a emplear para medir todos los tonos de color del mundo".  Pelusas, llaves, tickets del super... unas risas.

Lo de los pesos fue por el estilo. "Hala, tengo aquí un cilindro metálico que se va a llamar kilogramo y tira millas". Que sí, Françoise, que sí.

Antes de seguir, mira en tu interior y piensa en las reuniones a las que vas. Ahora quítale el powerpoint y dime que tienes mucho más que una barra de metal. No me bajes la mirada, que es viernes, anda.

Hay tardes que caen por su propio peso. Ayer, sin ir más lejos, que me dijo un compañero de tomar una caña al salir del trabajo. "Vale, una y nos vamos". Siempre encuentra uno la horma de su zapato. Nos pedimos la última media docena de veces. Luego me llamó La María. Que qué haces, que no te da vergüenza, que yo aquí esperándote en el bar. Total, que me fui a cumplir con mi señora. Otras cuantas cañas para que no se creyera que la hacía de menos.

Al final vuelve uno a casa casi flotando, liviano. Al despertar, curioso, la cabeza pesa y pesa. En estos momentos, con la historia como testigo, es el momento de preguntarse: "¿Dónde estaba la medida cuando tanto la necesité?".



Esta de arriba es un clasicazo que se ha mandado el tito Andrés. Mil gracias.



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

viernes, 23 de septiembre de 2011

Duelos

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

En La Rioja no hay tranvías,
tampoco tenemos metro,
pero tenemos un vino
que resucita a los muertos. (*)

Las manchas del honor se lavan con sangre. Eso lo sabe cualquier criaturita que haya pisado una escuela. El patio del colegio, o el callejón de detrás, siempre fueron los sitios indicados para estos tejemanejes. "Te espero en el callejón" era la frase que marcaba el antes y el después de una tunda de categoría.

Uno, es decir yo, siempre fue cobarde hasta la náusea y huyó de estos enfrentamientos como de un libro de Paulo Coelho, dándole a su honor un aspecto bastante astroso, para qué vamos a engañarnos -entendedme, estaba llamado a escribir este blog-. Por eso quise ver la película.

Los duelistas es un film de Ridley Scott en el que por un quítame allá esas pajas los protagonistas se lían a mandobles en un suspiro (y el que dice pajas, dice polvos, aunque todos sepamos la de años que median entre ambos). Esto pasa allá por los tiempos de Napoleón, entre campaña y campaña por la dominación mundial. Chacho, qué de castañas se dan. Me la recomendó el Pedro el otro día, un zagal que lo mismo hace reiki que acupuntura, e igual te da un masaje que te organiza un trekking por los Pirimeos. No sé tú, pero yo le suelo hacer caso a la gente que tiene la cabeza llena de pájaros (¿no oyes el pío pío, Pedro?).

La impresión fue de órdago. Tanto que fue terminar y, sin pensármelo dos veces, me arrojé a la calle con la María, vestido con mi pijama y un cazo por montera para ventilar viejos agravios escolares. La María, de más está decirlo, iba como acostumbra: elegante sin estridencias. Para esta contienda eligió vestido de raso blanco y cuello de barco con drapeados en el busto. La nota de color la daba un tocado sutil de gasa color borgoña combinado con unos manolos etéreos que dibujaban el aire mientras realzaban su estilizada figura.

La terraza del bar, como siempre, estaba llena y nosotros, además, habíamos quedado con unos cuantos amigos. Si has estado en la capital sabrás que es más fácil encontrar el Santo Grial que lugar al relente en una bodega. Grandes crisis nerviosas se han fraguado en el intento.

Al principio, fingiendo indolencia, quedamos a la espera de un lugar donde acomodarnos, mientras que, para mis adentros, me preguntaba que haría Arturo Pérez-Reverte en una situación así. Ya me estaba remangando la camisa y preparando unos cuantos improperios de los gruesos cuando se levantó una pareja.

En Madrid, uno pierde la inocencia provinciana a la par que la educación. Como un chacal sobre su presa, cogí a mi dama de la mano y, después de pasar por encima de dos mesas, empujar a tres grupos y adelantarnos a otra pareja, nos sentamos como los señores que somos, contemplando al tendido. Estaba crecido, gensanta, y era capaz de conseguir cualquier cosa. Las miradas de odio se cernían sobre mí y me alimentaban como si fuera portugués y entrenador de fútbol. Entonces, ocurrió.

Una bestia parda se acercó a pedirme explicaciones por mi comportamiento. Era un ser colosal, casi mitológico. El fenotipo clásico del matón de colegio. La terraza, atestada de gente, nos observaba. Siglos habían tardado en encontrar una mesa, pero por fin disfrutaban de un espectáculo acorde a su esfuerzo. Esa era la mía y, con toda la voz que había callado durante décadas de humillación, espeté: "Espérame en el callejón".

El ogro aquel, seguro de su victoria, no se lo pensó dos veces y abandonó su lugar en busca de la zona indicada. Conforme se perdió de vista, juntamos las dos mesas e invitamos a los amigotes a acompañarnos. El troll aquel volvió, claro, pero ante ocho se es menos valiente que ante un esquife como yo. El honor, ya sabes, es como la virginidad. Una vez que lo pierdes se te abre todo un mundo de posibilidades. ¡Salud!





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!

P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

viernes, 16 de septiembre de 2011

Una temporada para silbar

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Dime dónde vas, morena,
dime dónde vas, salada,
dime dónde vas, morena,
a las dos de la mañana.

No cocina, pero tampoco muerde. ¿Es un perro? ¿Un político retirado? No. Es un ama de llaves que se ofrece en un anuncio por palabras. Con esas palabras. Mil quinientas millas más allá hay un viudo con tres hijos que batalla cada día con los fogones para ofrecer a su prole un rancho infecto. Incapaz de hacer un huevo frito ni de pelar una patata. En fin, un hombre de principios del siglo XX. ¿Te acuerdas de aquello?

No teníamos entonces tanto sifón ni tanta esferificación y ni siquiera nos lavábamos los dientes a diario. Ni siquiera nos lavábamos, de hecho, y bien lozanos que estábamos. No como ahora, que los jóvenes no tenéis respeto, Witiza, ni educación, Witérico, cof cof, ni siquiera sabéis pescar truchas con mosca, Ataulfo, y os creéis que nacen en bandejas de plástico, Amalarico. Antes era otra cosa y respetábamos a nuestros mayores, Wamba, y eramos capaces de salpicar una conversación con doctas referencias a los reyes godos, por ejemplo, pero qué vais a saber vosotros, que sois un hatajo de desgarramantas, que ni para colgaros los abrigos encima servís. Lo único en lo que pensáis es...

Perdona, que se ha escapado otra vez el cascarrabias del lunes. Vuelvo. ¿Por qué alguien que necesita que le cocinen contrata a alguien que no sabe cocinar? Pues no sé si la vida será así, pero la literatura, seguro. ¿Qué pasa que te ha dado hoy por las preguntitas? Vale, pues tengo una para ti. Si no os aguantabais, ¿por qué os despertasteis en la misma cama? Hala, ya tienes material para la reflexión.

Criaturitas, tampoco es cuestión de pasarse el fin de semana entero bebiendo y bailando, ¿no? En un rato muerto que tengas, acércate a la biblioteca, o a la librería, y hazte con "Una temporada para silbar", de Iván Doig. Recomendado después de leer solo un capítulo, como si fuera un crítico de verdad. Placer sin resaca. Ponte otra.





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

viernes, 9 de septiembre de 2011

Indiscreción

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Chipirrisqui chirrisqui botera,
quiero cantar una jota,
Y chipirrisqui chirrisqui botera.
Una jota castellana,
una jota comunera.

El Manuel nació en Huelva, pero podía haberlo hecho en el Siglo de Oro. Quizá te parezca raro mezclar espacio y tiempo, pero ya sabemos que Huelva es eterna. Resulta que el hombre no para de tener hallazgos lingüísticos y encuentros intempestivos. De lo primero ya hablaremos en otra ocasión. Vayamos a lo segundo. Esto quizá no se debería contar, de hecho sobra el quizá, pero qué le vamos a hacer, el periodismo se construye a base de deslealtades y algo tendría que aprovecharme de la carrera.

El fin de semana pasado se dejó caer por aquí. Este hombre tiene el punto ralentí, que tú no te das cuenta de que te estás alicatando porque vas al tran tran, hasta que quieres ponerte en pie y averiguas que no tienes batería. Aún así, llegamos a la Puerta del Sol, por aquello de hacerle un homenaje a los del 15-Más. Cada cual tiene sus cosas y hay algunas que es mejor hacer solo, así que nos dejó con una lata de cerveza en la mano a la María y a mí.

Los minutos corrían y corrían hasta que volvió. "No sabéis lo que me ha pasao". Esto, que todos conocemos como pregunta retórica, en el Manuel siempre promete. "Estaba tan tranquilo haciendo pis y he oído una voz. Miro y no hay nadie". Le eché un vistazo a su mano como al descuido, por si sostenía algún machete. "Ajá, ajá, y ¿qué te ha dicho?", le pregunté mientras me inquiría a mi vez dónde demonios está la policía cuando no hay concentraciones.

"Oye, no mees ahí, es lo que me ha dicho". La verdad es que, comparado con "mata a tu amigo", me relajó bastante. "¿Y qué has hecho?". "Seguir, ¿qué iba a hacer?" (y todavía hay quien confía en la marcha atrás). "Pero he vuelto a oir la voz". Jodo, a vigilarle las manos de nuevo. "¿Y?". "Otra vez: 'oye, que no mees ahí". Si Lou Reed llega a tener esos delirios nos hubiéramos perdido el "Transformer", pero a saber los váteres que tendríamos.

Luego resultó que estaba en sus cabales. El hombre, apurado, no había aguantado mucho. Dobló una esquina, se sacó la chorra y se puso a la materia. Esto, que cualquier onubense puede hacer en su pueblo sin problema, tiene ciertas peculiaridades si lo haces a cien metros del kilómetro cero. Sobre todo, si no se te ocurre otro sitio que a la espalda de la sede de la Comunidad de Madrid. La voz era de un telefonillo, sí, vía vigilante pegado a un monitor pero, de todas maneras, pa mí que lo del Manuel no fue una urgencia, fue un artículo de opinión.

(Pepe, te he cambiado el nombre para que conserves el anonimato, espero que me disculpes)





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
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viernes, 2 de septiembre de 2011

Jerarquías

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo
ya nadie sabe el autor ("Cualquiera canta un cantar")

Te dejan un rato jugar en la plaza y ya te crees que es tuya. Criaturita. Luego llegan los mayores, se ponen serios y a ver quién les dice que no tienes sueño. Lo que te pasa es que confundiste libertad con libertinaje, te pensaste que todo el monte era orégano y así tenías a tu madre, siempre dispuesta a coger la puerta e irse. Cualquier día hace una locura.
Las jerarquías están para algo. Está feo, pero pongamos de ejemplo este blog. Aquí, La Dirección manda mucho, pero claro, este cuadernillo es él mismo y su circunstancia. Su circunstancia se llama La María y ayer me pasó una coplilla: "Toma, esto es para 'La canción del viernes".
La escuché y me dije: "Nones". La escuché y la escuché, no te creas, y no había manera. "Que no", me gritaban mi adentros. ¿Tú has visto a La María enfurecida? El Katrina parece una brisa primaveral a su lado. Es como Jiménez Losantos después un par de cafés viendo el informativo de La Sexta.
Así que valoré mis posibilidades y decidí que protestaba, pero que después tenía que volver a casa. Reflexioné y flexioné. Los demócratas de toda la vida sabemos a quién obedecer.



Para que La Dirección no se queje, aquí va otra coplilla que me puso el otro día. La semana que viene sólo pongo rocanrol, que lo sepáis:



Bonus track. ¿Se puede uno reir más?



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!
 
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