viernes, 21 de enero de 2011

El rey que perdió dos cabezas

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Yo he visto a un hombre llorar
a la puerta de un estanco,
que también los hombres lloran
cuando no tienen tabaco. (*)

Luis XVI tenía fimosis. Este hecho te resultará a buen seguro indiferente como persona discreta que eres. Lo que sigue es para quienes ven de casualidad "Sálvame" mientras hacen zapping. Un segundo, que me pongo las gafas de Jaime Peñafiel. ¿Puede un asunto de alcoba hacerte perder la cabeza? Estoy hablando en sentido literal. Acuérdate de que a éste fue al que afeitaron apuradito durante la Revolución Francesa.
Antes, mucho antes de esos luctuosos acontecimientos, lo casaron con María Antonieta para escenificar la alianza entre Francia y Austria. Quince y catorce años lucían por entonces los buenos mozos. Tu senectud seguro que no te impide acordarte del vigor ingobernable que derrochabas en aquellos tiempos extintos. Pues el futuro monarca andaba en el dique seco. Por entonces ya había soluciones, claro, pero si ves el instrumental de la época seguro que entiendes sus reticencias a hacerse el retoque.
María Antonieta, es de suponer, se mantenía a la expectativa y buscaba otras diversiones. Una de ellas consistía en humillar públicamente a Madame du Barry, que sufría como un niño en un museo.
La Du Barry era la favorita de Luis XV, viejo golfales, que la había sacado de una casa del pueblo (guiño, guiño) y la había hecho condesa. La futura reina, influenciada por sus tías políticas, había decidido no hablarle. En la corte de la época, una dama de rango inferior no podía hablarle a otra de título superior hasta que ésta le dirigiera la palabra. Maria Antonieta siempre se ponía a coger canapés cuando le tocaba saludarla. Travesuras. El destino fatal se cierne sobre nuestros protagonistas.
La amiguita de Luis XV estaba un poco molesta y la historia se fue enredando hasta que no quedó un chiquilicuatre que no supiera de la intriga. Al final fue la madre de María Antonieta la que tuvo que poner orden. "María Antonieta Josefa Juana de Habsburgo-Lorena", le dijo, "ya te estás dejando de tonterías que es casi la hora de comer y aún no sé ni lo que voy a hacer". Ni que decir tiene que la hija se cuadró y, en la siguiente oportunidad, le comentó a la afrentada señora: "Hay hoy mucha gente en Versalles". Éstas fueron las primeras y últimas palabras que le dirigió en su vida. Seis palabras que sellaron el destino de Europa. Polonia estaba perdida.
Voy a dejarlo aquí, porque no quiero aburriros más y sé que no sois de cotilleos. Sólo unas preguntas: ¿cómo dio Luis XVI un heredero a Francia?, ¿tuvo María Antonieta algún hijo ilegítimo? ¿es posible que un collar te lleve a la guillotina? Si tenéis un rato entre caña y caña, todas las respuestas a estas preguntas, y alguna más, están en el libro "María Antonieta", de Stefan Zweig. Gloria bendita.





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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