viernes, 29 de junio de 2012

Traiciones

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Las suecas en Torremolinos
mueven el culito, currucucú
y yo que soy de Albacete
voy a buscarlas en autobús. (ver nota abajo)


El Jacinto se plantó en Suecia con veinte años. No vamos a decir su edad ahora, pero digamos que aquello fue a finales de los 70. El mozo se alargó hasta allí por afán de conocimiento. Sus famosas playas y el buen clima fueron decisivos en su elección. 

Las mujeres escandinavas alcanzaron cierta popularidad, ya entrado el siglo XXI, por tener buen tipín y costumbres licenciosas. Esto, a finales de los 70, era profundamente ignorado por la población española, que solo conocía por entonces las renombradas costas de aquel país y las bondades de su climatología. Era costumbre, pues, viajar a la región aprovechando que, además, era un destino barato.


Todas esas circunstancias llevaron a Jacinto a una fiesta en aquellos lares con población autóctona. El buen hombre estaba dándole unos tientos a una botella de vodka e intercambiando unos números de teléfono, por conocer los prefijos locales, con una oriunda receptiva, cuando les interrumpen la charla. Un señor se les planta delante, dice "mierda" o "skit" o algo así y se va:

- ¿Quién era?, pregunta Jacinto.
- Mi marido.

Jodo, tú. Eso es civilización. Si Shakespeare llega a nacer en Estocolmo, Otelo hubiera sido un manual de urbanidad. Ahora, que mira qué país tienen los tíos. Da gloria verlo.

Las diferencias culturales se aprecian mucho en este tipo de comportamientos y se reflejan en el desarrollo de una nación. No sé de tus andanzas ni quiero saberlas, porque las voy a terminar contando, pero seguro que sientes una mayor identificación con la reacción inmortalizada en esta coplilla popular:

Querida Enriqueta, mi tía que estaba 
viviendo allá en Murcia murió antes de ayer.
Me deja sus bienes, pero si me caso 
con mi prima Rosa, la de Santander.

Así es que terminan nuestras relaciones, 
lamento infinito portarme tan mal. 
Le envío sus cartas, sus versos y el rizo 
y besa su mano su amigo Marcial. 

Cabrón, hijoputa, marica, mal hombre 
mira que dejarme por otra mujer. 
Me cago en tu padre y en tu puta madre 
en tu prima Rosa, la de Santander...
que es puta también.

Esa visceralidad modo Enriqueta es la que te pierde, que lo sepas. El no comprender las razones de la otra persona es lo que te impide progresar. A ti como persona y al conjunto como país. Te atenaza el rencor. Haz examen de conciencia. ¿No crees que ya está bien? ¿No ha llegado ya la hora de perdonar? ¿De seguir adelante? ¿De crecer de una vez? ¿A que sí? Ya me imaginaba. Traidor. Sueco de mierda.

Nota 1: Chaves, como igual la historia no se ajusta del todo a lo ocurrido, no he querido dar tu nombre real, como ya hice con el Pepe. Espero que no te molestes.
Nota 2: La coplilla del inicio, la de Torremolinos, es de un espectáculo que hicieron en los albores de la fundación del arte dramático, el propio Chaves y unos cuantos compañeros suyos del CAT. Iba la cosa de explicar la historia de España de las últimas décadas a través de canciones. Todavía me río cuando me acuerdo.




Un par de versiones de la coplilla mentada que harían las delicias de cualquier curso de teoría feminista y construcción social de género. Nótese la diferencia entre la sedosidad de las primeras y la reciedumbre de los segundos en el momento de los improperios:






Besos a tutiplén


P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

1 comentario:

La Dirección dijo...

Habida cuenta de que el nombre de Enriqueta me es muy familiar, haré indagaciones sobre orígenes y antropología de la coplilla.

¿Ha grabado usted a las mozas? Porque a los mozos ya sé que no.

 
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