viernes, 13 de julio de 2012

Remedios naturales

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Me han salido unos granitos
en la punta la pilila
no se van con cataplasmas
se van con pinicilina

El veneno tiene muy mala sombra. Ni te imaginas. Me recuerdo de estar tan tranquilo en un banquete en el medievo, entre trajes de época, coronas de oro macizo, jabalíes, faisanes y esas cosas y, de pronto, alguien daba una cabezada que partía la mesa. Te quedabas pensando que se le había ido la mano con la frasca y resulta que estaba listo de papeles. 

La Edad Media disponía de sus remedios naturales. Por aquella época éramos muy clasistas, no como ahora, que nos tuteamos todos. Entonces tú te ponías malo y el doctor lo tenía claro. Te miraba la bolsa, te echaba un vistazo a los callos de las manos y resolvía rápido: si eras de baja estofa, te recetaba ajo (como lo oyes); si eras de darte pisto, te mandaba theriac.

El theriac era un brebaje compuesto de plantas, algún pedrusco molido y un golpecito de veneno de serpiente o escorpión para darle un poco de mordiente al combinado. Entre eso y los catadores, los nobles andábamos por la vida bastante despreocupados, como podrás comprobar por la bajísima tasa de mortalidad de este periodo.

La vida y la ciencia fueron avanzando y los remedios se sofisticaron. Naderías como las vacunas, la asepsia, la anestesia o la penicilina consiguieron alargar ligeramente la esperanza de vida. En esto llegó el siglo XXI a las costas españolas.

La Fátima es muy de tostarse. Mitad al sol, mitad con sol y sombra. El año pasado andaba en la playa apurando el tercer carajillo de la mañana cuando se le acercó su sobrina de siete años llorando:

- "Maldito sea el cambio climático y la salificación de las aguas que trae consigo", le dijo.

Al parecer de la criatura, este era el motivo de la proliferación de medusas en el Mediterráneo y, por extensión, de las picaduras que había sufrido.

- "Cariño, no hay acuerdo científico en que esa sea la causa de la sobrepoblación de esta especie", le corrigió antes de llevarla al puesto de socorro.

El guardacostas hizo un diagnóstico rápido. "Tienes que hacerle pis encima". La Fátima, aparte de tita y profesora concienciada, es una señorita. Tardó unos diez segundos en articular un "¿co-co-co-co-cómo?". El tipo se reafirmó: "Es lo mejor en estos casos". Ante la falta de acuerdo, el socorrista, que debió perder a muchos de sus compañeros durante su formación en la guerra de Corea, dio un paso al frente: "Si no quieres, ya lo hago yo". 
...

En las noches de calor, la Fátima aún se despierta empapada en sudor y gritando: "Antihistamínicos, antihistamínicos". A día de hoy, todavía no puede ver un capítulo de "Los vigilantes de la playa".




La belleza está en el interior:



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Banco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

2 comentarios:

Fátima dijo...

¡Ahora sí que necesito esos carajillos! qué bueno, Alberto, tengo que ser más prudente con las anécdotas antes del arranque del segundo motor.

Er Alberto dijo...

No te preocupes, es un efecto secundario de darle al frasco. Tú sigue contando en confianza, como si no se enterara nadie.

 
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