viernes, 11 de enero de 2013

De compras en la disco

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Tápame, tápame, tápame,
tápame, tápame que tengo frío
cómo quieres que te tape
si yo no soy tu marido (*)

La María me llevó el otro día de compras a una discoteca. A ver, es una tienda, pero parece aquello el Studio 54. La cosa es de lo más moderna. Según llegas hay un mozo en la puerta que te saluda como si fueras su primo Paco al que lleva tres años sin ver porque creía que había muerto en el Congo. La madre de los turrones El Almendro parecería castellana a su lado, mira lo que te digo. Casi le pregunto por el resto de la familia.

El chaval, por cierto, te recibe sin camiseta pero con un chaleco puesto. Ni muy arreglado ni muy informal, la combinación perfecta para las suaves temperaturas del invierno madrileño.

Una vez subidas las escaleras, entras en un mundo de oscuridad. No es metáfora, empiezas a moverte tanteando los muros vaya a ser que te estampes los morros contra un pito de escayola de alguna de las estatuas que le dan al lugar su savoir faire. La diferencia entre los nuevos clientes y los antiguos es que los primeros somos unos pusilánimes: todos a cuatro patas siguiendo el zócalo de la pared. Los veteranos se orientan sin problemas con el rebote en los tabiques de la música chunda chunda.

En estas que te llega otro joven para ver si necesitas algo. Miro hacia arriba, porque me saca una cabeza (y que conste que tuve una buena alimentación y que en el cine veo aunque se me siente un niño delante), y me quedo pensativo. Empiezo a sospechar que La María no ha ido a por un regalo para su cuñado, la verdad.

Total, que le pide una camisa y el tipo coge un walkie y suelta algo como "charlie, alfa, tango, ¿me recibes? ¿Tenemos una prenda tal y cual talla pascual y demás?". Entonces se pira y vuelve a los cinco minutos. Llega el drama:

- "Lo siento mucho. Se nos ha acabado. No volverá a ocurrir".

Palabrita que puso una cara que me partió el alma. Como si se le hubiera muerto su primo Paco delante de sus ojos. Iba a darle un abrazo para consolarlo cuando me apartó de un codazo La María: "Quita, que ya me encargo yo". Al cabo de tres cuartos de hora logré arrancarla de sus garras y se decidió por otra camisa.

El día de Reyes, el cuñao recibió el regalo. Bien de hombros, bien de sisa, bien de mangas y, leñe, que no le cierra en la barriga. Las hermanas se cruzaron una mirada de esas que van escribiendo en el aire: "quémevasacontaramísiestoesloquetenemos". Por echar un cable comenté: "Igual por eso el portero iba despechetado". Jodo, tú, La María ni giró la cabeza: "¿El turrón también acampa en el cerebro?". Chacho, estoy por irme al Congo con el primo Paco.



Una de zagales sin camiseta:



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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