viernes, 15 de enero de 2010

Gente de bien

Queridas queridísimas y queridos queridísimos

Yo no voy a la Iglesia,
porque estoy cojo
pero sí a la taberna,
poquito a poco

España ha dado marqueses ilustres. Ahora sólo me acuerdo del de Leguineche, pero qué tío. Sé de más, no se pongáis pejigueras, pero me refería a ilustres. Vosotros, pura raza chucho -salvo La Subdirección, por supuesto-, no habréis visto jamás un aristócrata por ahí suelto. Se os nota el pelo de la dehesa y así no hay manera, qué queréis. Seguid, seguid con el porrón, que no vais a llegar a nada.
La Dirección es otra cosa. Tiene posibles y contactos y eso, quieras que no, se nota. Y es a través de La Dirección que llega esta carta del Marqués de Guardameta, persona de indudable gusto, a juzgar por sus palabras. He cortado párrafos, porque su prolijidad sólo es comparable con su grandeza de España, pero de lo que hay, ni una coma he tocado:

"No hace tantos años, concretamente hasta el Concilio Vaticano II, se llevaban a cabo en toda España las Misiones. Sí señor, en pleno siglo XX había misiones en España. Se lo digo de muy buena tinta(...).
Estas misiones, fundadas en su origen por Santo Domingo, iban de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, y en ocasiones tardaban 10 años en volver al mismo pueblo. Estaban algunos días y después se marchaban a la siguiente población. Pero durante esos días, llamaban, a viva voz o en especial por megafonía, a que el pueblo acudiese a la misión, a evangelizarse y a recordar las normas de Cristo (...).
En la localidad de Carcabuey (Córdoba), lo hacían con una cancioncilla que no dudo será de su aprecio. Por su contenido y por el mensaje (ahora es cuando os leéis la coplilla de arriba).
No es necesario reseñar la audacia de estos monjes que, con un sentido del humor agudo y crítico, reflejaban la realidad de unas gentes que no necesitaban llenar sus almas pero sí sus gaznates.
Su continuada bibliografía y su labor de recuperación ancestral (...) me han animado, con la inestimable ayuda de mi hermano, el Conde del Albaicín, a completar esta cantinela según los cánones que usted parece defender:

Yo no voy a la Iglesia,
porque estoy cojo
pero sí a la taberna,
poquito a poco.
Viva la Virgen,
viva el Rosario,
y el vino tinto
y el vino blanco."

Docere et delectare. O culturilla y vinate, para que nos entendamos. ¡Pues que vivan, que vivan!



Esta coplilla también la envía La Dirección, para variar:



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: La María se ha currado un blog con sus dibujos e ilustraciones. No es porque sea mi moza, pero chana tela, así que hacedme el favor y darse una vueltecita por allí, que os va a gustar: Entre todos la mataron y ella sola se murió
P.P.P.D.: Gracias al Marqués de Guardameta, al Conde de Albaicín y a La Dirección por ceder los derechos de reproducción. Gracias también a La Subdirección, porque le he usurpado los de imagen y le he creado una nueva, en consonancia con su cargo, eso sí (y porque cuando el río suena, ya se sabe).
P.P.P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No esperaba tanto de vos ni de vuestro blog.

A sus pies me pongo.

El Marqués de Guardameta

Anónimo dijo...

Tenga usted cuidado, estimado trabajador, de con quién se junta. Que si el Marqués es gran amigo mío, es de aquella aristocracia que se dejó llevar por los desmanes de República. De ahí el escarnio público al que él, su familia y sus tierras, fueron sometidos hasta dejarlo con poco más que el título nobiliario.

Ándese usted con ojo. Y disfrute.

La Dirección

Conde del Albaycin. dijo...

¡Albricias¡ que nunca imaginé plumas de la taya de Alvar Fañez, el ligero; gusto por el cuidado y por el caldo, que si hay un tiento de suerte, pago hasta dos gordas de vino en la taberna del Mudo el próximo feriado, ¡no fuyan vuesas Mercedes que sólo será un caballero quien les acometa en el mostrador del mesero¡
Conde del Albaycin y posesiones de Ultramar.

Er Alberto dijo...

No se incline tanto, Marqués, que estamos entre pares y eso se arregla con unos cuartillos de buen vino (de Castilla La Vieja, del de toda la vida, como su título).
La Dirección, después del aristócrata colorao, el siguiente personaje que pase por aquí ha de ser un cura ateo, de aquéllos que le daban al pirriaque y pellizcábanle el trasero a la barragana.
Señor Conde, ¡jesús, qué de aristocracia hoy!, no sé si quiere convidarme a unas libaciones o molerme el costillar, que me distraigo asaz en su lengua cervantina. Espero que sea más lo primero que lo segundo, aunque no seré yo quien diga que no a una buena pendencia.

¡Condió!

 
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