viernes, 4 de junio de 2010

Héroes

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Mambrú se fue a la guerra
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra
no se cuándo vendrá

Las guerras te dejan frito. La II Guerra Mundial no fue una excepción. Los nazis habían llegado a Ucrania y, para relajarse un poco, decidieron organizar una actividad extraescolar. "Te coges al equipo local y te montas un partido de fútbol grande", le ordenaron a un cabo chusquero.
Era 1942 y los del Dinamo de Kiev debieron salir al campo con un poco de susto. Al terminar la primera parte iban ganando 2-1. No hay enemigo pequeño. Uno de los oficiales alemanes, más que nada por dejar las cosas claras, hizo una visita a los ucranianos en el descanso: "Si ganáis os fusilamos". Dile tú a ése que lo importante es participar.
Comienza la segunda parte. Cuando el Dinamo metió el tercero, el estadio se venía abajo. El cuarto y el quinto fueron el delirio. No hubo más. El partido se terminó por decreto. Momentos después, en lo alto de un monte, ametrallaron a todo el equipo. Allí mismo les hicieron un monumento años después. La historia se la leí a Eduardo Galeano.
Ayer estuvimos de picnic en el Parque del Oeste. Con todas las de la ley. El Miguel y la Rita se llevaron cesta y mantel; el Luis y la Marta se trajeron al Nico y una tortilla de patatas con filetes empanados; y nosotros llevamos unas sobras del frigorífico que se nos estaban poniendo malas y nos comimos lo de ellos.
Estábamos allí tirados en la hierba, felices, y nos quedamos sin cerveza. Nada grave, había una tienda abierta a cinco minutos de allí, pero ¿te acuerdas del trabajo que te ha costado levantarte esta mañana? Una tragedia de Shakespeare se libraba en mi cabeza: Retozar vs. Empinar el codo.
Héroe es aquél que va más allá de lo que el deber le exige. Podría haber esperado a que fuera otro. No lo hice. Me levanté y pregunté: "¿Quién quiere algo?". De pronto, tras un árbol, apareció un señor con un carrito. Me froté los ojos.
Sí, vendía latas. Otro, quizá, hubiera titubeado. Yo, no. Sacando unas monedas esperé a que llegara y le dije: "Déme tres, por favor". Abrí una y le di un sorbo. Fría como mi sangre unos minutos antes, supe cómo sabía la victoria.



El Nono se ha mandado esta coplilla bajo el epígrafe "Música para limpiarse por dentro". Cualquier reflexión que recuerde a la exquisita sensibilidad de Paulo Coelho es bienvenida. Muchas gracias, mozo:



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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