viernes, 15 de octubre de 2010

A grito pelao

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Tanto reloj de oro
tanta cadena
luego van a su casa
y no tienen cena

El otro día nos cobraron 6,48 euros en un bar. Les faltó darnos dos caramelos para completar el cambio. Jaén ha entrado de lleno en la modernidad y, claro, en las técnicas de marketing. Años ha, cuando se empezaba a comercializar la cerveza en barril, la manera de hacerte un nombre entre la parroquia era dar tapas más grandes y más baratas. Ahora ponen un precio y, en chiquitito, "sin IVA". Es una forma diferente de picar.
Llegábamos atolondraos después de tomarnos un lingotazo en "El Monje". Allí habíamos entrado sin cautela, como es propio en estos lugares. No nos fijamos en la música al principio. "¿Qué suena?", inquirí. "Nunca debí enamorarme", me dijo la María. "Jodo", pensé, "ya no le pregunto más". "Camela, leñe" (respirit.)
Esta canción está llena de matices. Por lo que a mí respecta, no sé si es una pareja separándose o una esquizofrénica narcisista, pero ahí reside su grandeza. Las dueñas del local debían tener el mismo dilema, porque la pusieron tres veces. A capela, además, en una hermosa versión. Casi voy a comprar unas fichas para los coches de choque.
Ahora reiréis pero, dentro de unos años, cuando seáis más sabios o más condescendientes, recordaréis con nostalgia esta coplilla. Y la cantaréis a grito pelao, como si fuera una broma. Ejem, ejem. Una cosa os voy a decir: a mí no me engañáis. Os gusta.





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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