viernes, 7 de octubre de 2011

Movilidad social

Queridas queridisimas y queridos queridísimos,

Desde Coruña a Almería
cada casa tiene dueña
la Invisible tiene muchas
toda la ciudadanía (La Casa Invisible por verdiales)

La María y yo estamos pensando en comprarnos un marquesado. A decir verdad, a mí me hacía más ilusión un ducado, pero ahí la moza andó fina: "Anda, ya, nos vamos a gastar el dinero en algo que se vende en los estancos". Oye, cuando la gente tiene razón, hay que dársela. Todo empezó con una cena.

Es uno de esos días que no tienes ganas de ir a comprar y abres la nevera y sólo tienes una langosta, media cebolla, un tomate y un poco de mantequilla. "Pues la hago a la thermidor y no me caliento más la cabeza", me dije. La sencillez es algo que se tiene o no se tiene. Total, que ahí estábamos comiendo con las manos, como la gente del pueblo, y filosofando.

La María es que se toma un vino y lo mismo te habla de Kant que de David Bowie. ¿Has pensado sobre la influencia de Hegel en la toma de postura crítica frente al modelo de producción actual? Nosotros, de continuo. Fue entonces cuando, al parecer, nos sentamos sobre el mando a distancia. Nos quedamos mirando perplejos, porque no sabíamos que teníamos televisión, de tan poco que la vemos. Qué digo poco, nada. De hecho, ni sé por qué la tenemos, si ni la miramos. Ná de ná. En fin, qué sería la vida sin sorpresas y sin reírse de las desgracias ajenas.

"Bueno, ya que estamos, pon La Dos, a ver si echan alguna de Kieslowsky o de Lars von Trier y nos echamos unas risas", comenté. Algo le debía pasar al aparato, porque no había manera de cambiar de cadena. Venga a buscar canales culturales y que nada, oye. Sí, terminamos viendo un programa de esos de meterse en las casas y cotillear si están limpias y si bajan la tapa del váter. Este era sobre la nobleza.

Chacho, casi acabamos llorando mientras repelábamos las pinzas de nuestro crustáceo. La aristocracia tiene un sinfín de apreturas. "Mi vida sería mucho más sencilla sin esta casa", apuntaba una señora mientras dos mujeres detrás pulían la plata. La María levantaba la vista hacia el cielo y se preguntaba por qué mientras que un servidor intentaba tranquilizarla. No había modo.

"Mira tú, la pobre", gimoteaba y gimoteaba hasta que también a mí se me cayó el alma a los pies. Tuve que dejar la copa de borgoña y todo sobre el aparador. La Revolución Francesa, la de Octubre y ahora esto. ¿Qué más quieres, pueblo?

Es la hora de ofrecerse. Por lo pronto, ya me he comprado un batín, dos perros marca beagle, una chimenea y una escopeta de caza. La María, por su parte, va a lucir aún más señora con los herretes de diamantes que hemos encargado y los nuevos trapitos de Roberto Torreta. Llevamos toda la semana ensayando y tenías que ver como alzamos la mirada y arrugamos la nariz.

Señora marquesa, cuando usted quiera, nosotros nos hacemos cargo del chabolo. Por cierto, a ver si aprende a bajar la tapa al salir del baño, que ya le vale.





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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