viernes, 18 de mayo de 2012

Manifiesto

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Si hay concurso de ganao
no se te ocurra ir a verlo
porque puén equivocarse
y concederte algún premio (*)

El bipedismo viste mucho, siempre que no tengas plumas. No sé a ti, pero a mí los seres más atractivos me parecen los que se sostienen sobre dos piernas. Llámame conservador. Vaya por delante que no tengo nada en contra de los cuadrúpedos y, aunque ninguno de mis mejores amigos lo es, los respeto igual que a las vegetarianas o a los camareros de Malasaña.

Las teorías sobre el bipedismo humano son de lo más variopintas. Tú esperanza a un estudiante de doctorado con una beca y te planta un estudio sobre las bondades de la burbuja inmobiliaria o la eficiencia de la atención al cliente de las compañías telefónicas sin pestañear. Después de pedir dos prórrogas, por supuesto.

Vestirnos por los pies, dicen los que saben, nos permite transportar a las crías, vigilar mejor a otros depredadores, fabricar herramientas y otras cuantas tontás. Bla, bla, bla. Vendedores de crecepelos es lo que son.

La realidad es bien distinta. Cualquier delfín o elefante de chichinabo se las apaña para hacer frente a esas tareas. Si tienes dudas, ahí tienes a Flipper o a Dumbo, y a ver si vemos más la tele y nos dejamos de tanto internet y tanta consola. ¿Cuántos delfines has visto tú en un bar pidiendo cañas?

La bipedestación es, sin duda, una consecuencia lógica de la aparición de las barras. La barra es, junto a la cerveza y las camisetas de tirantes, una de las mayores evidencias de las ventajas de la evolución: postura ergonómica, bebida y comida al alcance de la mano, comunicación interpersonal fluida, libertad y facilidad de movimientos y, por encima de todo, superioridad. Moral y física.

Con un codo apoyado sobre ella, a ver quién discute la enormidad del ser humano sobre otras especies y, en concreto, de la especie lugareña sobre todas las demás. Igual tú, librepensador, no estás de acuerdo. Igual lo que te hace falta es alguna caña más. Listillo. La barra del bar es esencia de la evolución.

Por alguna razón, sin embargo, las mesas conquistan los corazones de los autodenominados jóvenes (entre 30 y 70 años) o de aquellos de mediana edad (mayores de 70). Salvo en grupos muy profesionales, siempre hay quien lanza la pregunta. "¿Nos sentamos?", preguntará en algún momento. Di no.

Esto es un llamamiento para ti, que vives la evolución con orgullo. Sentarse lo hace cualquier animal de circo. No te rebajes. Mantén tu dignidad. Piensa en todo aquello que ha creado el hombre: las cañas, la música ye-yé, las camisetas de tirantes. Mantén tu erección. ¡A las barras!





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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