viernes, 16 de noviembre de 2012

Revelaciones

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

El día que me muera
me van a tener que poner una faja
y es que la tengo tan tiesa
que no van a poder cerrar la caja

Billy Wilder ha sido el mejor director de todos los tiempos. Hay dos verdades inapelables. Una es esa y la otra es que la peor cerveza del mundo es la San Miguel. Estaba escrito en la primera versión de las Tablas de la Ley ("No beberás San Miguel"), aunque desapareció en una revisión posterior porque la compañía amenazó con retirar la publicidad.

Cuando a Trueba le dieron el Óscar por "Belle Epoque", ya sabes, se soltó aquello: "Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero solo creo en Billy Wilder. Así que, gracias Mr. Wilder". Lo que Fernando -permíteme que te llame así, que sé que me estarás leyendo- vivió en ese momento es lo que se conocía, antes de la ESO y de la destrucción de la familia, como una epifanía.

El otro día tuve mi revelación. Estábamos en casa de la Mireia bebiendo unos refrescos y arreglando el mundo. Con quién se acuesta fulanita, lo ratuncio que es menganito, lo andrajosa que es zutanita y ese tipo de cosas. Seguramente saliste en la conversación, pero no te preocupes. Como ves, fue todo en plan cariñoso. A la quinta o sexta consumición, se hizo perentoria la visita al tigre y allí que fui con la alegría propia de quien se sabe conocedor de los entresijos de tal tarea.

Fue un pis de libro, oye. La parábola del trazado merecería salir en un tratado de matemáticas. Tiré de la cadena, me lavé las manos y volví al salón principal. Está mal que yo lo diga, pero me hubiera puesto por el desempeño completo, al menos, un nueve.

Al rato fue Mireia, la que, etérea, tuvo que acercarse al tocador. De pronto, unos gritos en un lenguaje incomprensible, con ciertas reminiscencias semíticas, llamaron nuestra atención. Raudos, acudimos a sujetar la cabeza de la moza, que giraba sobre sí misma, mientras que le poníamos una cuchara entre los dientes e intentábamos limpiarle los espumarajos. En vano. No había modo de tranquilizarla.

Al par de horas, con los ojos inyectados en sangre y arrancándose los cabellos, comenzó a gritar en cristiano:
- "¿Por qué?, ¿por qué? ¡Malnacido, ignorante, repugnante gusano, rata de dos patas!".
- "Jodo", pensé, "se conoce que se ha acordado de su ex".
- "No te hagas el loco, que va por ti".
Terror.
- ¿Tanto trabajo te cuesta bajar la          tapa, so pedazo de         ,                   ,                   y            ?
Unos insultos que harían palidecer a un legionario, tú.

Miré a la María, buscando comprensión en sus ojos. Miré mucho, eh, pero mucho, mucho, bien al fondo. Llegué más lejos que Cousteau en el Calypso. Ni te imaginas lo profundo que puede ser un reproche. Vencido, me dejé caer en una butaca y no volví a abrir la boca. Ni siquiera sabía que estaba mal. Palabrita.

Al día siguiente coincidí con el Paco y la Fátima. La Mireia también estaba, pero no quiero nombrarla mucho desde entonces. Buscando la complicidad propia de los gorilas de espalda plateada, tracé mi plan. Primero, el cebo: "Fátima, ¿a ti te molesta que se dejen la tapa del váter levantada?". Me miró como si estuviera turulato. "¡Toma claro! Es asqueroso, repugnante y desagradable a un tiempo". Había caído en la celada.

"Paco, ¿tú bajas la tapa después de hacer pis?". Clarines de triunfo resonaban en mi cabeza. ¡Qué momento! Camaradería masculina defendiendo los valores de Occidente. Estocada definitiva. Unas risas y a seguir defendiendo el derecho a la micción sin cortapisas:
- "Hombre, claro", me estampó en la cara.
- "Co-co-co-co-co-cómo?".

Ya estaba hundido, créeme, pero aún se guardaba la puntilla:
- "Que sí. Y además paso un papelito por el borde para limpiar las salpicaduras".

Jamás olvidaré las caras de satisfacción de las dos mozas. ¿Oyes ese ruido? Es el sonido de la autocomplacencia de un hombre cayendo desde las más altas cimas de la arrogancia. Me han quebrado. Ahora, yo también bajo la tapa. ¿Y tú?





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: Las dos coplillas de hoy salen del blog de Sonideros. Una cosica impresionante lo que tienen ahí.

7 comentarios:

Chio dijo...

No veo el momento en que la Direccion lea este post...como buen amigo tuyo, espero que te tome como ejemplo...:D

La Dirección dijo...

Ya que otros (y otras) han abierto la caja de Pandora, yo la voy a esparcir.

1º Magnífico post. Refleja con fidelidad aquello de que cada uno mira la realidad por un espejo distinto del prisma.

2º Sr. Trabajador, no se amedrante. La espalda plateada luce mucho más cuando se dobla para bajar la tapa, limpiar el borde del w.c., o recoger las pelusas del rincón.

3º Sorprenden las acusaciones veladas en los "Comentarios". Hace tiempo que abandonamos los árboles, pero siempre se puede volver.

4º Le voy a dar un par de ideas para un nuevo post. Pero será en privado. Nosotros siempre fuimos unos caballeros.

La Dirección dijo...

Acabo de releer el post. Lo mejor, la coplilla del inicio. Mandíbula batiente, oiga.

Er Alberto dijo...

Chío, parece que ya le responden más abajo, así que me mantendré al margen de conflictos maritales.
La Dirección, gracias por su apoyo. Respecto al punto tres, me reiteró en lo que he dicho al comienzo de este comentario.

En cuanto al punto 4, espero ilusionado sus ideas para nuevos post, ya me contará.

Sobre la coplilla de inicio, totalmente de acuerdo. Sale, o al menos yo la he sacado de ahí, de la canción de los mojinos que pinché la semana pasada. Un nuevo concepto de spin off, como puede ver.

Fátima dijo...

Pobre macho alfa...de todas formas, he de decirte que has sido muy prudente con todo lo desvelado en esa jornada intelectual.
¡me ha encantado!

Er Alberto dijo...

Fátima, ayer vi un reportaje sobre gorilas (en "Españoles por el mundo", que deben haberlo pasado a La 2 porque como sabes, es la única que veo) donde salía un espalda plateada al que habían caneado a base de bien y andaba despiojándose solo. Era consciente de que habían acabado sus días de gloria. Pues fíjate: hubo un momento en que miró a cámara, qué digo a cámara, a mí. Me miró a mí y empezó a reírse. ¡Mamón!

Por lo demás, lo que he callado ha sido por no hundirme aún más en el fango como ese maldito gorila apestoso.

Anónimo dijo...

hola soy mimosin

 
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