viernes, 16 de septiembre de 2011

Una temporada para silbar

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Dime dónde vas, morena,
dime dónde vas, salada,
dime dónde vas, morena,
a las dos de la mañana.

No cocina, pero tampoco muerde. ¿Es un perro? ¿Un político retirado? No. Es un ama de llaves que se ofrece en un anuncio por palabras. Con esas palabras. Mil quinientas millas más allá hay un viudo con tres hijos que batalla cada día con los fogones para ofrecer a su prole un rancho infecto. Incapaz de hacer un huevo frito ni de pelar una patata. En fin, un hombre de principios del siglo XX. ¿Te acuerdas de aquello?

No teníamos entonces tanto sifón ni tanta esferificación y ni siquiera nos lavábamos los dientes a diario. Ni siquiera nos lavábamos, de hecho, y bien lozanos que estábamos. No como ahora, que los jóvenes no tenéis respeto, Witiza, ni educación, Witérico, cof cof, ni siquiera sabéis pescar truchas con mosca, Ataulfo, y os creéis que nacen en bandejas de plástico, Amalarico. Antes era otra cosa y respetábamos a nuestros mayores, Wamba, y eramos capaces de salpicar una conversación con doctas referencias a los reyes godos, por ejemplo, pero qué vais a saber vosotros, que sois un hatajo de desgarramantas, que ni para colgaros los abrigos encima servís. Lo único en lo que pensáis es...

Perdona, que se ha escapado otra vez el cascarrabias del lunes. Vuelvo. ¿Por qué alguien que necesita que le cocinen contrata a alguien que no sabe cocinar? Pues no sé si la vida será así, pero la literatura, seguro. ¿Qué pasa que te ha dado hoy por las preguntitas? Vale, pues tengo una para ti. Si no os aguantabais, ¿por qué os despertasteis en la misma cama? Hala, ya tienes material para la reflexión.

Criaturitas, tampoco es cuestión de pasarse el fin de semana entero bebiendo y bailando, ¿no? En un rato muerto que tengas, acércate a la biblioteca, o a la librería, y hazte con "Una temporada para silbar", de Iván Doig. Recomendado después de leer solo un capítulo, como si fuera un crítico de verdad. Placer sin resaca. Ponte otra.





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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