viernes, 9 de septiembre de 2011

Indiscreción

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Chipirrisqui chirrisqui botera,
quiero cantar una jota,
Y chipirrisqui chirrisqui botera.
Una jota castellana,
una jota comunera.

El Manuel nació en Huelva, pero podía haberlo hecho en el Siglo de Oro. Quizá te parezca raro mezclar espacio y tiempo, pero ya sabemos que Huelva es eterna. Resulta que el hombre no para de tener hallazgos lingüísticos y encuentros intempestivos. De lo primero ya hablaremos en otra ocasión. Vayamos a lo segundo. Esto quizá no se debería contar, de hecho sobra el quizá, pero qué le vamos a hacer, el periodismo se construye a base de deslealtades y algo tendría que aprovecharme de la carrera.

El fin de semana pasado se dejó caer por aquí. Este hombre tiene el punto ralentí, que tú no te das cuenta de que te estás alicatando porque vas al tran tran, hasta que quieres ponerte en pie y averiguas que no tienes batería. Aún así, llegamos a la Puerta del Sol, por aquello de hacerle un homenaje a los del 15-Más. Cada cual tiene sus cosas y hay algunas que es mejor hacer solo, así que nos dejó con una lata de cerveza en la mano a la María y a mí.

Los minutos corrían y corrían hasta que volvió. "No sabéis lo que me ha pasao". Esto, que todos conocemos como pregunta retórica, en el Manuel siempre promete. "Estaba tan tranquilo haciendo pis y he oído una voz. Miro y no hay nadie". Le eché un vistazo a su mano como al descuido, por si sostenía algún machete. "Ajá, ajá, y ¿qué te ha dicho?", le pregunté mientras me inquiría a mi vez dónde demonios está la policía cuando no hay concentraciones.

"Oye, no mees ahí, es lo que me ha dicho". La verdad es que, comparado con "mata a tu amigo", me relajó bastante. "¿Y qué has hecho?". "Seguir, ¿qué iba a hacer?" (y todavía hay quien confía en la marcha atrás). "Pero he vuelto a oir la voz". Jodo, a vigilarle las manos de nuevo. "¿Y?". "Otra vez: 'oye, que no mees ahí". Si Lou Reed llega a tener esos delirios nos hubiéramos perdido el "Transformer", pero a saber los váteres que tendríamos.

Luego resultó que estaba en sus cabales. El hombre, apurado, no había aguantado mucho. Dobló una esquina, se sacó la chorra y se puso a la materia. Esto, que cualquier onubense puede hacer en su pueblo sin problema, tiene ciertas peculiaridades si lo haces a cien metros del kilómetro cero. Sobre todo, si no se te ocurre otro sitio que a la espalda de la sede de la Comunidad de Madrid. La voz era de un telefonillo, sí, vía vigilante pegado a un monitor pero, de todas maneras, pa mí que lo del Manuel no fue una urgencia, fue un artículo de opinión.

(Pepe, te he cambiado el nombre para que conserves el anonimato, espero que me disculpes)





Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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