viernes, 2 de diciembre de 2011

Anarquistas de salón

Queridas queridísimas y queridos queridísimos,

Asómate a la ventana
y echa medio cuerpo afuera
después echa el otro medio
verás que viaje te pegas.

Henry Clay Frick era un mamón que te pasas. El tipo controlaba el acero y el carbón y no había quien le tosiera. Cof, cof. Para que te hagas una idea, despidió a todos los obreros de sus minas para contratarlos de nuevo bajándoles el sueldo. Como a finales del XIX todavía había gente a la que le sentaban mal esas cosas, se plantaron. La negociación de Frick fue a balazos, así que imagínate el resultado. Le pusieron una multa. Ahora quéjate de tu jefe.

Emma Goldman era todo un carácter. Nació en Lituania y a los 15 años su padre le dijo que ya era hora de sentar la cabeza y casarse. La moza le dijo que tururú, pajarito y se dio el piro a los Estates. Allí empezó a liarla por su cuenta y la entrullaron por apoyar a su pareja en el intento de darle el pasaporte al amigo Frick.

Pues bien, la Goldman esta, que se pasó media vida entrando y saliendo del talego, tiene una de las mejores frases que se hayan pronunciado desde que el primer sapiens sapiens le pegó una pedrada al cacique de su tribu porque no le dejaba comer más mamut.

Querida Géminis, querido Virgo, aquí va la reflexión del fin de semana: "Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa". Esta sí que era una auténtica anarquista de salón.



Un vídeo trabajado para una letra rompedora:



Besos a tutiplén.

P.D.: ¡Todos somos Blanco Herrera!
P.P.D.: ¡Más besos, leñe!

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